Las chicas esperaban la respuesta de Miriam y Virginia.
- ¿No pensáis decir nada? – Dijo Sheila.
- Chicas, vamos, decidlas lo que nos habéis dicho. – Dijo Dani después de una gran carcajada.
- Nosotras con vosotras no tenemos nada que hablar. Así que por favor, dejadnos pasar. – Dijo Miriam
- ¿Qué narices hacéis aquí? – Dijo Rebeca bloqueándolas el paso.
- Qué nos dejéis en paz, ¡pesadas! – Dijo Virginia intentando irse.
- Ah! Ya sé lo que las pasa, que estos cinco chicos al final las han gustado, y querían verles.
- ¿Cómo? Perdona, a mí los animales me gustan como mascota, no como pareja. – Dijo Miriam intentando dejarles mal.
- Lo siento, pero a ciertos animales no nos gusta la comida rancia como vosotras. – Dijo Blas.
- Bueno, ¿Nos vais a decir que hacéis aquí? – Dijo Diana
- Con vosotras nada, pasábamos por aquí, les hemos visto y punto. – Dijo Virginia.
Los chicos se empezaron a reír y Álvaro dijo:
- Bueno, dejadlas en paz, que se vayan. Son unas crías.
- Vale, pero antes que sepáis que no queremos volver a veros. – Dijo Sheila dirigiéndose a Miriam y Virginia.
Miriam y Virginia desaparecieron de inmediato. Las chicas, seguían con la curiosidad de saber qué hacía allí. Rebeca preguntó:
- Ya que ellas no se han atrevido a decírnoslo, ¿qué querían?
- Amenazarnos, pero no os preocupéis. Dejadlas a su aire y que hagan lo que quieran. – Dijo Dani
- Eso es lo mejor. - Dijo Carlos
- Bueno, llevan razón, ¿qué planes tenemos para hoy? – Dijo Diana dejando el tema.
- Hoy os toca elegir a vosotras el sitio. – Dijo David ganándose una sonrisa de Rebeca.
Decidieron ir a un parque que conocían ellas. Allí habían vivido muchos momentos bonitos que no dudaron en contar a los chicos. Pasaron una de las mejores tardes de su vida junto a los cinco chicos que de momento eran los únicos que las apreciaban.
Pasaban las tardes y cada día se querían más como amigos. Se olvidaron de los problemas del pasado y no se volvieron a encontrar a Virginia y Miriam.
Llegó el cumpleaños de David, y todos le prepararon una sorpresa en un SPA. Llegaron con muchas ganas y David se quedó alucinado, tenían un SPA para ellos solos durante el día entero.
Por la mañana, disfrutaron de las piscinas dándose masajes. A la hora de comer se fueron al restaurante y acabaron tirándose la comida, como acabaron perdidos y llenos de comida, decidieron irse a las piscinas normales a pasar una buenísima tarde juntos. Como era de esperar, estuvieron de cachondeo toda la tarde.
Sheila, se salió a una tumbona y se tumbó. Blas la siguió y la dijo:
- Sheila, ¿puedo hablar contigo un momento?
- Claro, dime.
- Lo primero de todo es que pase lo que pase, seguiremos juntos. Lo segundo, es que llevo varios días intentando decirte que te quiero.
- ¿Cómo? ¿Me estás vacilando? No me gustan estas bromas Blas, lo sabes.
- No es una broma.
- ¿Pero cómo te voy a gustar yo? Que es imposible. Que te gusten las gemelas, vale, pero ¿yo? No me lo creo.
- Créetelo. Me gustas con tus virtudes y con tus defectos. Y seguramente no sientas lo mismo por mí, pero necesitaba decírtelo. – Dijo Blas levantándose para volver a la piscina.
- No, espera, ven. – Dijo Sheila empezando a ponerse roja.
- ¿Qué?
- Ven, siéntate.
Blas se sentó a su lado, esperando que Sheila le dijera un simple “Sí, yo también siento lo mismo”.
Sheila se acercó poco a poco a él y le beso dulcemente. Entre besos, Sheila le susurró:
- Te quiero, pequeño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario