domingo, 19 de mayo de 2013

Capítulo 4

Primer día de vacaciones y las chicas lo querían disfrutar al máximo. Habían aprobado todas, se habían matriculado y al año que viene irían a la universidad. Su último verano antes de ser universitarias. Eran las 10:00 y solo faltaba por llegar a casa de las gemelas Sheila. Sonó el timbre, era ella. Estuvieron un rato viendo la tele y a las 11:30 se fueron a dar una vuelta por su barrio.

Extrañaban los tiempos antes de entrar en la ESO en los que se bajaban al parque con su grupo de amigos y todos eran inseparables, pero las cosas se complicaron cuando unos empezaron a fumar y a pasar de los demás, los otros cambiaron de amigos por irse con los “populares”, se acabaron quedando las cinco solas y aunque prefieran estar solas, siguen echando de menos a los amigos que tenían. Las dejaban de lado porque ninguna de las cinco fumaba, ni las gustaba tener un novio distinto cada semana. Al final se acabaron acostumbrando a que las dejaran de lado y a que las llamaran “el grupo de las mojigatas”.
Virginia y Miriam desde aquel momento en el que se vieron las cinco solas decidieron hacerse bordes, unas asquerosas con la gente que se les acercaba, porque tenían miedo de que las volviera a pasar lo mismo.
Estaban riéndose porque Diana se acaba de caer, y le sonó el móvil a Sheila, lo cogió sin mirar quién la llamaba:

-          Si, ¿quién es? – Dijo con timidez
-          Soy Blas, uno de los de ayer – Se escuchó al otro lado de la línea.
-          Ah! Espera que pongo el altavoz que estamos todas juntas.
-          Ok!

Sheila activó el altavoz. Rebeca, Diana y Sheila dijeron al unísono:
-          HOLAAAA!

A Miriam y Virginia no les gustó la idea de tener que hablar con uno de los chicos de ayer, seguían pensando que no eran de fiar.
Estuvieron hablando un buen rato por teléfono con Blas y quedaron esa tarde en la cafetería dónde estuvieron el día anterior. Cuando acabaron e hablar por teléfono, Miriam y Virginia tenían muy mala cara y Diana dijo:

-          ¿Se puede saber qué leches os pasa ahora?
-          Nada, ya lo sabéis, no me fío de eso tíos. – Contestó Miriam. Virginia prefirió mantenerse al margen.
-          ¿Por qué? ¿Os han hecho algo a vosotras? – Dijo Rebeca
-          No, pero igualmente no me fío. – Contestó Miriam.
-          Vamos a ver chicas, llevamos casi toda la ESO las cinco juntas sin separarnos, ellos no van a conseguir que nos separen. – Dijo Sheila.
-          No es por eso, pero no nos fiamos y punto. – Intervino Virginia.
-          Mirad chicas, estamos hartas de que cada vez que alguien intenta acercarse a nosotras seáis unas bordes y unas asquerosas y los pobres salgan corriendo. Llevamos muchísimo tiempo sin deciros nada, pero os conocemos muy bien y desde que nos empezaron a dejar de lado nuestros amigos de toda la vida, vosotras dos cambiasteis de carácter, os convertisteis en unas bordes con la gente que no era vuestra familia o nosotras. ¿Por qué no volvéis a ser como erais antes? Sabemos que cambiasteis para que no volviera a pasar lo mismo pero no es justo que sigáis así. – Dijo rebeca.
-          Lleva razón mi hermana. ¿Por qué no les dais una oportunidad? No hay ninguna razón para que seáis así con ellos. – Dijo Diana
-          Puede que llevéis razón, pero lo hacemos por nuestro bien. – Dijo Miriam.

Tras un silencio un poco incómodo, Rebeca dijo:

-          Mirad, nosotras tres vamos a ir esta tarde, hemos quedado con ellos a las 17:00 allí y a las 16:00 en casa de Sheila. No os vamos a obligar a ir si no queréis pero nosotras si que vamos a ir.

Y tras despedirse cada una se fue a comer a su casa. Cuando eran las 16:30 y estaban a punto de irse, sonó el timbre de casa de Sheila. Diana fue corriendo a abrir y cuando vio a Virginia y a Miriam se quedó callada. Miriam dijo:
- Antes de que digas nada, lo sentimos mucho por ser unas bordes y unas maleducadas con los pobres chavales. ¿Perdonadas?
- Anda tontas, pasad, estábamos a punto de irnos. Perdonadas. – Contestó Sheila.
Llegaron a la habitación  y las gemelas empezaron a aplaudir de la alegría de que Virginia y Miriam estuvieran ahí.
Salieron de casa de Sheila y  se fueron al metro para ir a la cafetería. Llegaron a la puerta de la cafetería a las 16:55. Eran las 17:15 y allí todavía no había aparecido nadie. Virginia, desesperada, dijo:

-          Ves, llevábamos razón. Nos han dejado plantadas.
-          No es así. Espero que les llamó. – Dijo Sheila

Marcó el número de Blas y le dio a llamar. Un tono, dos tonos, tres tonos…

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